jueves, 22 de diciembre de 2011

Y el pueblo sigue esperando

El dilema del PC


Aporte de Patricio Fuentes Gomez,

Viernes, 16 de diciembre de 2011 a la(s) 10:59

Por Juan Pablo Cárdenas, director de Radio Universidad de Chile

Aunque Camila Vallejo obtuvo la primera mayoría entre todos los candidatos a la presidencia de la FECH, los votos de su lista fueron menos que los de la nómina ganadora que encabezó Gabriel Boric. De esta forma, la brillante líder de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile asumirá ahora solo la vicepresidenta de este referente estudiantil, luego de un proceso electoral marcado por la gran concurrencia de votantes, la radicalización y la casi imperceptible votación de derecha o centro. Casi todos los análisis de los resultados de esta contienda coinciden en que los votos que le faltaron a la lista de Camila expresan un desdén a la militancia comunista de esta destacada dirigenta estudiantil. Es decir, representarían el repudio de los jóvenes a la actitud actual de este histórico partido de Izquierda que, después de ser excluido de los pactos políticos que han administrado el gobierno y el parlamento chileno del postpinochetismo, finalmente logró un pacto con la Concertación, cuando se iniciaba la declinación de este referente de partidos mal avenidos que fue derrotado en la última elección presidencial. Y que ahora parece obligada a concordar cualquier fórmula que la libere de un nuevo descalabro electoral, cuando las encuestas le otorgan tan sólo un 14 por ciento de apoyo popular.

Difícil resulta explicarse por qué el Partido Comunista se empeña en alcanzar un nuevo pacto electoral con la Concertación, cuando en estos partidos se suceden las desafiliaciones y escisiones luego de 20 años de gobierno en que el sistema institucional cambió poco o nada de cómo lo dejara instituido por Pinochet en la espuria Constitución todavía vigente; cuando los niveles de desigualdad todavía resultan más oprobiosos que al término del Régimen Militar y luego de que los gobiernos de este sector fueran corrompiéndose en la inconsecuencia ideológica y en las prácticas reñidas con la probidad administrativa, que tanto han afectado el prestigio de toda la política.

A pesar de la pésima imagen pública de Piñera, el gobierno de derecha y sus organizaciones partidistas, la situación de la Democracia Cristiana, el Partido Socialista, el PPD y del radicalismo todavía es más precaria. Difícil resulta entender, entonces, que justamente con éstos los comunistas busquen establecer alianza, renunciando a buscar alternativa con las numerosas expresiones del vanguardismo que, pese a su atomización, parecieran tener ahora la oportunidad de construir opción política al duopolio del oficialismo actual y de ayer. Cuando centenares de miles de chilenos han irrumpido en las calles para demandar un cambio político radical en un país que sienten anquilosado en sus instituciones y completamente fracasado en el deber que tienen los estados de perseguir igualdad, justicia social y libertad. Cuando alcanzan hasta un 80 por ciento de apoyo popular las demandas por una educación pública de calidad y gratuita, por la renacionalización del cobre, una Asamblea Constituyente, como por un sistema de salud y de previsión que les garantice a toda la población acceso a buenos hospitales y una jubilación digna. O cuando a lo largo de todo el país se repudia la criminal iniciativa de Hidroaysén, la ominosa represión a los mapuches y la colusión de las grandes empresas. Escándalos sucesivos que se demuestran sólo posibles por la connivencia funesta de los políticos y gerentes inescrupulosos, cuanto la existencia de un régimen económico que se nutre del trabajo mal remunerado, de la usura del crédito, la indefensión de los consumidores y de leyes laborales contrarias al sindicalismo y la negociación colectiva. En el marco, además, de un sistema tributario que se funda en esquilmar los recursos de los más pobres y otorgarle todo tipo de privilegios al capital foráneo.

Una realidad nacional de la cual, sin duda, abomina el Partido Comunista y que es denunciada a diario por sus dirigentes sindicales y estudiantiles. Cuyo discurso rupturista de repudio al conjunto del sistema institucional y la clase política fuera expresado persistentemente en las marchas, protestas y debates públicos que han dado origen a lo que ya se identifica como la Primavera de Chile. Donde, por cierto, las personalidades de Camila Vallejo y otros jóvenes comunistas han jugado un papel relevante.

¿Valdrá la pena asegurar unas pocas alcaldías y concejales poniéndose de espaldas a esta explosión social de descontento y posibilidad de un profundo cambio? ¿Valdrá la pena conservar unos pocos asientos en la Cámara de Diputados después de que quedara tantas veces demostrado que, en lo fundamental, oficialismo y Concertación tienen coincidencias fundamentales? ¿Valdrá la pena echar por la borda una trayectoria política consistente de servicio al pueblo para enredarse en las prácticas cupulares del cuoteo electoral?

¿No le resultará mejor a los dirigentes del P.C. hacerse eco de la sensibilidad y de las expresiones de sus jóvenes líderes que, como la inmensa muchedumbre que sale a las calles prefiere romper con el orden actual que mantenerse en la ilusión de que los cambios pueden producirse desde dentro del sistema? Como lo prometieron, en su hora, quienes que llegaron a La Moneda y el Parlamento para administrar la herencia institucional del Dictador. A quien, ciertamente, le garantizaron morir en la impunidad.

martes, 13 de diciembre de 2011

Lo último (y lo permanente) de Gabriel Salazar



Manuel Loyola T., Dr. en Historia www.edicionuniversitaria.com
Los acontecimientos ligados a la intensa movilización social protagonizada, en primer lugar, por el conjunto de los estamentos educacionales del país, a la par con asestar un duro golpe a la racionalidad primordial de las estructuras de poder imperantes desde hace casi cuatro décadas –racionalidad, como se sabe, signada por la más amplia mercantilización de las relaciones sociales, con todo su corolario de individualismos- ha impactado sobre los estilos y conductas habituales del hacer político institucional, suscitando el ahondamiento de su crisis de legitimidad social. Desde luego, la inopia derechista, mas también la debacle concertacionista. Por el lado las izquierdas, de igual modo, se ha hecho patente el marasmo de incertidumbres y no pocas ficciones que han afectado notoriamente la confianza en su matriz iluminista de “orientación y dirección de la lucha de las masas”. En fin, sea cual sea el desenlace de la protesta del mundo educacional, lo concreto es que ya nada podrá ser igual. En este ambiente ha surgido una variedad de diagnósticos y eventuales cursos de acción tentativos, pues la vorágine cuestionadora estudiantil no ha dejado mono con cabeza y resulta muy poco conveniente, a riesgo de caer en fantochería, indicar panoramas taxativos e inapelables. Con todo, no faltan los que sí suponen una claridad incontestable, azuzados por el abismo que se ha abierto delante de todos.

Una de estas voces que ha aprovechado el desarme y confusión en boga, es la del historiador Gabriel Salazar, adalid de los sectores anti-institucionales proclives a los consumos dicotómicos que creen ver en la pureza popularista de un cierto “bajo pueblo”, la única alternativa moral del hacer político social. Poseedor de una variada obra historiográfica, donde, por lo común, el criticismo presentista determina el obrar disciplinario, hoy aprieta un poco más las tuercas de su oferta condensando en un breve opúsculo lo más esencial de su pensamiento político e historiográfico. Nos referimos a la obra de ocasión titulada En el nombre del Poder Popular Constituyente (Chile siglo XXI), de reciente publicación. Respecto de ella queremos hacer algunos alcances. Al hacer uso de la categoría de “bajo pueblo” –categorización clasista y displicente aplicada por la élite del poder y del dinero- Salazar reitera, con no menos displicencia, el modo excluyente con que habitualmente aborda el pasado de la izquierda chilena, la “izquierda tradicional” de socialistas y comunistas. En primer término, digamos que no es que no estemos de acuerdo en varios de los aspectos generales de su analítica del poder y de la política hegemónica de base oligárquica que ha prevalecido en nuestro país, al contrario, estimamos tales aspectos como valiosos e incisivos en un sentido amplio. El problema surge cuando, al tener que enfrentar los desafíos de superación de tal hegemonía, Salazar se ubica en una posición intermedia entre lo maniqueo y lo impotente como resultado del exacerbado rechazo que le produce su lectura de la política en general, y de la realizada por izquierda tradicional, en particular.

La crítica a esta izquierda debe darse, efectivamente, sin contemplaciones en tanto no son pocos los elementos de ella que así lo ameritan: su tendencia al conservadorismo ideológico; sus arraigadas defensas corporativas; sus inclinaciones al culto personal de figuras y dirigentes; sus prácticas democráticas limitadas; su constante desdén por el conocimiento y la labor intelectual; su patológico apego acrítico a procesos políticos externos. Estos y otros factores son elementos suficientes para apuntar a sus evidentes fallas y obsecuencias. Pero de esto dar un salto a hacia la prefiguración de un pretendido e inmanente sujeto histórico-popular (bajo pueblo) conceptualizado como desiderátum o dechado de virtudes éticas y revolucionarias, es un problema que, lejos de conmover a la izquierda objeto de su crítica, lo encamina tanto a puerilidad antisistémica de tendencias puramente reactivas, como a su propio descrédito como analista.

Cierto es que en los dos siglos de República la democracia en Chile ha sido un rara avis. Por más loas que se le canten a nuestras glorias cívicas, ellas no hacen sino evidenciar la ausencia de un ordenamiento inclusivo y respetuoso de las particularidades sociales del país. Ello ha significado la persecución y la muerte para muchas de las fuerzas humanistas y antioligárquicas a raíz de la imposición a troche y moche de las soluciones de poder que, debidamente “modernizadas”, han llevado a cabo su rol interno como forma de asegurar el respaldo externo de los distintos centros del capitalismo mundial.

De esta constante, sin embargo, Salazar se vale para anteponer a los mitos patrios con que se ha envuelto este accionar, otra gama de “gestas cívicas” –ínsitas en una inmanente “memoria popular”- a mi juicio, no menos mistificadoras y alienantes: en su obra en comento, estas gestas cursan por medio de una narrativa de estilo romanticista, idealizadas y descontextualizadas, todas, en general, de sesgo impresionista, muy propias de los discursos de tipo redentoristas y martirológicos de la primitiva ascesis cristiana (se extraña en la prosa de Salazar la clara ausencia acusatoria del rol de la Iglesia Católica, uno de los poderes más evidentes del conservadorismo anti-liberal en Chile). No poco de tal perspectiva teleológica –prevista en el nuevo Sinaí del Poder Popular Constituyente- es lo que se muestra al final de su opúsculo al hacer una encendida defensa de los “marginales”, “los olvidados de la Tierra”. Esta opción no sólo le permite escamotear buena parte de la politicidad popular del siglo XX, por corresponder a lo articulado por la izquierda tradicional, si no, a la vez, proponernos –anacronismo del bajo pueblo mediante- lo que para él sería el verdadero locus de la política, de aquella puramente social y, ciertamente, anti-partidista, cifrada en la excelsa labor autogestionada de los parias de la sociedad actual, los mismos que, por ventura biologicista (portadores de los genes fertilizadores del poder), compartirían una identidad trans histórica esencial. Y para ello echa mano no únicamente al indiferenciado repertorio de actos constituyentes que jalonarían la historia chilena desde la Colonia, sino también, a una retórica muy florida, cargada de metáforas, símiles, frases sugestivas, alusiones alegóricas, sentencias fulminantes, dirigidas a impresionar lectores y audiencias. Nótese, a este respecto, cómo, de un modo olímpico y sin precaución alguna, en su estrategia

persuasiva se dan cita desde Aristóteles hasta Habermas, pasando por Tocqueville y Arendt. Un lector atento bien podría preguntarse: ¿a cuáles Aristóteles, Arendt, Habermas o Tocqueville está acudiendo Salazar para “fundamentar” su exhortación? Pareciera, en este sentido, que todo vale con tal de dar realce y pose de autoridad a una postura decidida de antemano.

Nuevamente, a nuestro entender, no se trata de desconocer el imprescindible poder asociativo de la base social, sea cual sea esta; no obstante, la connotación que Salazar le otorga a ella –reedición del mito del buen salvaje- la torna tanto o más “ideológica” y falsa que las producidas por el canon de la izquierda tradicional (del obrerismo consciente) o del folclorismo de la derecha (rotos que pueden ser tan simpáticos como temidos).

No hay duda que una de las partes más débiles de su exposición es la que refiere a las razones del fracaso constante de los actos de civilidad popular que tanto defiende Salazar ¿Pura ingenuidad del lado bueno de la historia que ha sucumbido una y otra vez frente al malo? ¿Pura maldad de los enemigos y supuestos amigos del pueblo?, no lo sabemos muy bien pues nuestro autor no profundiza en esta problemática, aunque todo indica que ha sido la conspiración anti-soberana la que siempre ha primado. De ahí su insistencia en la única alternativa que le parece viable y prometedora: la del encierro en el cultivo propio de los “de abajo”, cortar todo acercamiento con los poderes espurios y prepararse para el día de la eclosión redentorista.

En síntesis, el “oportuno” folleto de Salazar podrá servir para hacer las delicias de muchos eufóricos hinchas de negarlo todo, y no faltarán justificaciones para ello, dado el derrumbe en la credibilidad del sistema político y sus partidos, pero para nada más: ahí están, para probarlo, las escasas líneas que aporta respecto de lo que, a todas luces, merecería mayor atención historiográfica: el tema del Estado y su nueva reconstrucción.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Huinca... Cien veces venceremos


NEWEN MAPUCHE TIENE ESTRENO NACIONAL

de Libertad A Elena Varela, el Martes, 7 de junio de 2011, 2:30

ESTRENO OFICIAL EN CHILE DE LA PELICULA NEWEN MAPUCHE 07 DE JULIO

.......Asi se rompe el cerco y se construye nuestra historia, un grito basta y a veces no nos damos ni cuenta, cuando estamos cambiando la realidad".... (Elena Varela)

En el Cine Arte Alameda se levanta el puño de la documentalista Elena Varela quien levanta su cámara en el aire para registrar las injusticia que vive el pueblo. "Aquí se levanta un pequeño aporte a la historia de los oprimidos, las voces de las comunidades y sus dirigentes van relatando parte de este proceso, yo quisiera hacer un documental donde la gente vive feliz, pero la realidad es inevitable y aflora por las cámara. A pesar que al gobierno no le gusta esta imagen país. Esta es y ha sido la historia oculta y censurada a lo largo de mas de 500 años." Dice la documentalista.

La película de dos horas de duración hace un recorrido por nuestra historia y va poniendo en cuestión la democracia y sus políticas. Desde la Unidad Popular hasta ahora. La película deja claro que las voces mapuche resisten el discurso de autonomía y reconocimiento. Principal temor de los gobiernos democráticos con sus políticas económicas. Newen Mapuche quedará en sala por fin por un mes y mas para que todos aquellos que conocen y han solidarizado con esta causa puedan verla. Así también todas las personas que están fuera de este circuito político social que quieran enterarse más de los procesos que a atravesado el movimiento Mapuche.

"Los chilenos necesitan ver el otro lado de la moneda que nos muestran por la tele a diario, no hay que tenerle miedo a la realidad, hay que enfrentarla y cambiarla para poder vivir en paz" Aclara Elena Varela.

En documental recién finalizado, ha sido seleccionado en Importantes Festivales de Cine nivel Internacional, como el Festival de Cine latino de Toulouse, Festival Internacional de cine de Guadalajara, Havana Film de New York, Festival internacional de Cine de Derechos Humanos de Buenos Aires Derhumalc, donde fue premiado como el mejor largometraje en competencia oficial , ademas recibió el premio del público. El jurado del Festival designó este premio a la realizadora por: " el profundo trabajo periodístico y de investigación realizado por la directora, que refleja una de las situaciones más injustas en relación a la vulneración de los derechos humanos en el mundo, que aún perduran en tiempos de democracia”. En este Festival se congregaron mas de 9000 espectadores que dieron el voto a la película Newen Mapuche. Mientras la Organización de Documentalistas de Argentina DOCA, levantaba una vez más la voz por la libertad de expresión y solidaridad Latinoamérica al ver que a Varela se le negó el fondo de CORFO para la difusión y distribución a nivel nacional e Internacional en Chile. Unos de los dirigentes manifestó que apoyarán a Elena Varela por si tocan a un documentalista nos tocan a todos y es lo que han hecho con Varela.

La película Newen mapuche tiene un recorrido hacia adelante por diversos Festivales Internacionales de Cine, así también está invitado a muchos encuentros políticos internacionales de Derechos humanos y de Pueblos Indígenas.

Cuando Elena comenzó esta investigación. visionó que muchos acontecimientos políticos y sociales que venían hacia el Pueblo Mapuche pronto se instalarían hacia la comunidad nacional. Hoy el problema de defender la tierra y el medio ambiente trasciende cualquier partido político como ha pasado en los últimos días con el Proyecto de Hidroaysen.

Cuando Varela postuló al fondo de difusión y distribución de CORFO, lo hizo solo pensando en que este documental llegue a aquellos sectores que viven en la indiferencia y en la ignorancia. Por eso ella pone su rostro en esta película como una chilena que de apoco va descubriendo una realidad dura e injusta

donde no tienes mas opción que solidarizar.

Si sacamos la cuenta que pese a la adversidad se ha mostrado este documental ha sido visto por mas de 15000 espectadores, dejando grandes emociones y cuestionamientos de sociedad.