Después de la derrota de la Unión Soviética, de los regímenes socialistas del Este Europeo y de la caída del Muro de Berlín, hablar de anticapitalismo se tornó prohibido. El comunismo fracasó, el capitalismo triunfó y no se habla más del asunto: ese mensaje cruzó el planeta adquiriendo aires de sentido común. Pero los muros del capitalismo siguieron en pié y creciendo. Y excluyendo, provocando crisis, pobreza, hambre, destrucción ambiental y guerra. Para David Harvey el capitalismo entró en una fase destructiva que replantea la necesidad de volver a hablar de anticapitalismo, socialismo y comunismo.
Marco Aurélio Weisheimer
¿Por qué es preciso pensar en una transición anticapitalista? ¿Y qué es lo que sería tal transición? La participación de David Harvey, profesor de Geografía y Antropología de la City University, de Nueva York, en el seminario de evaluación de los 10 años del Foro Social Mundial, en Porto Alegre, fue una tentativa de responder a estas preguntas.
La respuesta, en realidad, incluye, en primer lugar una justificación de la pertinencia de las preguntas. Después de la derrota de la Unión Soviética, de los regímenes socialistas del Este Europeo y de la caída del Muro de Berlín, hablar de anticapitalismo se tornó prohibido. El comunismo fracasó, el capitalismo triunfó y no se habla más del asunto: ese mensaje cruzó el planeta adquiriendo aires de sentido común. Pero los muros del capitalismo siguieron en pié y creciendo. Y excluyendo, provocando crisis, pobreza, hambre, destrucción ambiental, guerra…
Y es en los últimos años que se volvió a hablar de anticapitalismo y en la necesidad de pensar otra forma de organización económica, política y social. David Harvey vino a Porto Alegre a hablar de eso. Para él, la necesidad de volver hablar de anticapitalismo se apoya sobre algunos datos: el aumento de la desigualdad social, la creciente corrupción de la democracia por el poder del dinero, el alineamiento de los medios de comunicación con el gran capital (y su consecuente papel de cómplice de la corrupción de la democracia), la destrucción acelerada del medio ambiente. Ese escenario exige una respuesta política, resume Harvey. Una respuesta política, en su criterio, de la naturaleza anticapitalista. ¿Por qué? El autor de La producción capitalista del espacio, presenta algunos datos de naturaleza económica para justificar esa afirmación.
El capital ficticio y la fábrica de burbujas
El capitalismo, en cuanto sistema de organización económica, está basado en el crecimiento. En general, la tasa mínima de crecimiento aceptable para una economía capitalista saludable es del 3 por ciento. El problema es que se está poniendo cada vez más difícil sostener esa tasa sin recurrir a la creación de variados tipos de capital ficticio, como viene ocurriendo con los mercados de acciones y con los negocios financieros en las últimas dos décadas. Para mantener esa tasa media de crecimiento será preciso producir más capital ficticio, lo que provocará nuevas burbujas y nuevos estallidos de las burbujas. Un crecimiento compuesto del 3 por ciento exige inversiones del orden de los 3 billones de dólares. En 1950, había espacio para eso. Hoy involucra una absorción de capital muy problemática. Y China está siguiendo el mismo camino, dice Harvey.
Las crisis económicas de los últimos 30 años, asegura, reposan (y al mismo tiempo, profundizan) en una disfunción creciente entre la cantidad de papel ficticio y la cantidad de riqueza real. “Por eso necesitamos alternativas al capitalismo”, insiste. Históricamente esas alternativas son el socialismo o el comunismo. El primero terminó transformándose en una forma menos salvaje de administración del capitalismo; el segundo fracasó. Sin embargo, esos fracasos no son una razón para desistir hasta porque las crisis del capitalismo se están volviendo cada vez más frecuentes y más graves, replanteando el tema de las alternativas. Para Harvey, el Foro Social Mundial al proponer la bandera de “otro mundo es posible”, debe asumir la tarea de construir otro socialismo u otro comunismo como alternativas concretas.
La irracionalidad del capitalismo
“En tiempos de crisis, la irracionalidad del capitalismo se vuelve más clara para todos. Excedentes de capital y de trabajo existen uno al lado del otro sin una forma clara de unirlos, en medio de un enorme sufrimiento humano y de necesidades insatisfechas. En pleno verano de 2009, un tercio de los bienes de capital en los Estados Unidos permaneció inactivo, mientras cerca del 17 por ciento de la fuerza del trabajo estaba desempleada o trabajando involuntariamente en regímenes de medio tiempo. ¡Qué podría ser más absurdo que eso!- sostiene Harvey en su libro Enigma del capital, que será lanzado próximamente por la editorial Profile Books. Él descarta, por otro lado, cualquier inevitabilidad sobre el futuro del capitalismo. El sistema puede sobrevivir a las crisis actuales, admite, pero a un costo altísimo para la humanidad.
No basta, por lo tanto, denunciar la irracionalidad del capitalismo. Es importante recordar, señala, Harvey, lo que Marx y Engels apuntaron en el Manifiesto Comunista con respecto a los profundos cambios que el capitalismo trajo consigo: una nueva relación con la naturaleza, nuevas tecnologías, nuevas relaciones sociales, otro sistema de producción, cambios profundos en la vida cotidiana de las personas y nuevos arreglos político-institucionales. “Todos esos momentos tuvieron un proceso de co-evolución. El movimiento anticapitalista tiene que luchar en todas esas dimensiones y no solamente en una de ellas como muchos grupos hacen actualmente. El gran fracaso del comunismo fue el no conseguir mantener en movimiento todos esos procesos. Fundamentalmente, la vida diaria tiene que cambiar, las relaciones sociales tienen que cambiar”, afirma.
“Necesitamos hablar de un mundo anticapitalista”
Harvey está hablando de la perspectiva de un posible fracaso del capitalismo, de un punto de inestabilidad que afecte a los engranajes del sistema. Pero al mismo tiempo, él no apunta a ninguna inevitabilidad o destino histórico. Se trata de un diagnóstico sobre el tiempo presente. “El capitalismo entró en una fase de cada vez más destrucción y cada vez menor creación”. Y cuáles serían, entonces, las fuerzas sociales capaces de organizar un movimiento anticapitalista en los términos antes señalados. La respuesta de Harvey es corta y directa: Hoy no hay ningún grupo pensando o hablando de eso. “Las ONGs y los movimientos sociales que participan en el FSM precisan comenzar a hablar de un mundo anticapitalista. La izquierda debe cambiar sus patrones mentales. Las universidades necesitan cambiar radicalmente”.
¿La justificación de esos imperativos? Harvey da un ejemplo más de la “racionalidad” capitalista actual. En enero de 2008, 2 millones de personas perdieron sus casas en los Estados Unidos. Esas familias, en su mayoría pertenecen a las comunidades afroamericanas y de origen hispano, perdieron, en total, aproximadamente 40 mil millones de dólares. En aquel mismo mes, Wall Street distribuyó un bono de 32 mil millones de dólares entre aquellos “inversores” que provocaron la crisis. Una forma peculiar de redistribución de la riqueza, que muestra que, con esta crisis, muchos ricos están quedando más ricos. “Estamos viviendo un momento de negación de la crisis en los Estados Unidos. Los trabajadores, y no los grandes capitalistas, son quienes están siendo señalados como responsables. Es por eso que necesitamos una transformación revolucionaria del orden social”.
Marco Aurélio Weissheimer es un analista político brasileño.
Cooperación de Amador Ibañez
Estudiamos para vencer http://www.marxismo.cl/login/index.php
Marco Aurélio Weisheimer
¿Por qué es preciso pensar en una transición anticapitalista? ¿Y qué es lo que sería tal transición? La participación de David Harvey, profesor de Geografía y Antropología de la City University, de Nueva York, en el seminario de evaluación de los 10 años del Foro Social Mundial, en Porto Alegre, fue una tentativa de responder a estas preguntas.
La respuesta, en realidad, incluye, en primer lugar una justificación de la pertinencia de las preguntas. Después de la derrota de la Unión Soviética, de los regímenes socialistas del Este Europeo y de la caída del Muro de Berlín, hablar de anticapitalismo se tornó prohibido. El comunismo fracasó, el capitalismo triunfó y no se habla más del asunto: ese mensaje cruzó el planeta adquiriendo aires de sentido común. Pero los muros del capitalismo siguieron en pié y creciendo. Y excluyendo, provocando crisis, pobreza, hambre, destrucción ambiental, guerra…
Y es en los últimos años que se volvió a hablar de anticapitalismo y en la necesidad de pensar otra forma de organización económica, política y social. David Harvey vino a Porto Alegre a hablar de eso. Para él, la necesidad de volver hablar de anticapitalismo se apoya sobre algunos datos: el aumento de la desigualdad social, la creciente corrupción de la democracia por el poder del dinero, el alineamiento de los medios de comunicación con el gran capital (y su consecuente papel de cómplice de la corrupción de la democracia), la destrucción acelerada del medio ambiente. Ese escenario exige una respuesta política, resume Harvey. Una respuesta política, en su criterio, de la naturaleza anticapitalista. ¿Por qué? El autor de La producción capitalista del espacio, presenta algunos datos de naturaleza económica para justificar esa afirmación.
El capital ficticio y la fábrica de burbujas
El capitalismo, en cuanto sistema de organización económica, está basado en el crecimiento. En general, la tasa mínima de crecimiento aceptable para una economía capitalista saludable es del 3 por ciento. El problema es que se está poniendo cada vez más difícil sostener esa tasa sin recurrir a la creación de variados tipos de capital ficticio, como viene ocurriendo con los mercados de acciones y con los negocios financieros en las últimas dos décadas. Para mantener esa tasa media de crecimiento será preciso producir más capital ficticio, lo que provocará nuevas burbujas y nuevos estallidos de las burbujas. Un crecimiento compuesto del 3 por ciento exige inversiones del orden de los 3 billones de dólares. En 1950, había espacio para eso. Hoy involucra una absorción de capital muy problemática. Y China está siguiendo el mismo camino, dice Harvey.
Las crisis económicas de los últimos 30 años, asegura, reposan (y al mismo tiempo, profundizan) en una disfunción creciente entre la cantidad de papel ficticio y la cantidad de riqueza real. “Por eso necesitamos alternativas al capitalismo”, insiste. Históricamente esas alternativas son el socialismo o el comunismo. El primero terminó transformándose en una forma menos salvaje de administración del capitalismo; el segundo fracasó. Sin embargo, esos fracasos no son una razón para desistir hasta porque las crisis del capitalismo se están volviendo cada vez más frecuentes y más graves, replanteando el tema de las alternativas. Para Harvey, el Foro Social Mundial al proponer la bandera de “otro mundo es posible”, debe asumir la tarea de construir otro socialismo u otro comunismo como alternativas concretas.
La irracionalidad del capitalismo
“En tiempos de crisis, la irracionalidad del capitalismo se vuelve más clara para todos. Excedentes de capital y de trabajo existen uno al lado del otro sin una forma clara de unirlos, en medio de un enorme sufrimiento humano y de necesidades insatisfechas. En pleno verano de 2009, un tercio de los bienes de capital en los Estados Unidos permaneció inactivo, mientras cerca del 17 por ciento de la fuerza del trabajo estaba desempleada o trabajando involuntariamente en regímenes de medio tiempo. ¡Qué podría ser más absurdo que eso!- sostiene Harvey en su libro Enigma del capital, que será lanzado próximamente por la editorial Profile Books. Él descarta, por otro lado, cualquier inevitabilidad sobre el futuro del capitalismo. El sistema puede sobrevivir a las crisis actuales, admite, pero a un costo altísimo para la humanidad.
No basta, por lo tanto, denunciar la irracionalidad del capitalismo. Es importante recordar, señala, Harvey, lo que Marx y Engels apuntaron en el Manifiesto Comunista con respecto a los profundos cambios que el capitalismo trajo consigo: una nueva relación con la naturaleza, nuevas tecnologías, nuevas relaciones sociales, otro sistema de producción, cambios profundos en la vida cotidiana de las personas y nuevos arreglos político-institucionales. “Todos esos momentos tuvieron un proceso de co-evolución. El movimiento anticapitalista tiene que luchar en todas esas dimensiones y no solamente en una de ellas como muchos grupos hacen actualmente. El gran fracaso del comunismo fue el no conseguir mantener en movimiento todos esos procesos. Fundamentalmente, la vida diaria tiene que cambiar, las relaciones sociales tienen que cambiar”, afirma.
“Necesitamos hablar de un mundo anticapitalista”
Harvey está hablando de la perspectiva de un posible fracaso del capitalismo, de un punto de inestabilidad que afecte a los engranajes del sistema. Pero al mismo tiempo, él no apunta a ninguna inevitabilidad o destino histórico. Se trata de un diagnóstico sobre el tiempo presente. “El capitalismo entró en una fase de cada vez más destrucción y cada vez menor creación”. Y cuáles serían, entonces, las fuerzas sociales capaces de organizar un movimiento anticapitalista en los términos antes señalados. La respuesta de Harvey es corta y directa: Hoy no hay ningún grupo pensando o hablando de eso. “Las ONGs y los movimientos sociales que participan en el FSM precisan comenzar a hablar de un mundo anticapitalista. La izquierda debe cambiar sus patrones mentales. Las universidades necesitan cambiar radicalmente”.
¿La justificación de esos imperativos? Harvey da un ejemplo más de la “racionalidad” capitalista actual. En enero de 2008, 2 millones de personas perdieron sus casas en los Estados Unidos. Esas familias, en su mayoría pertenecen a las comunidades afroamericanas y de origen hispano, perdieron, en total, aproximadamente 40 mil millones de dólares. En aquel mismo mes, Wall Street distribuyó un bono de 32 mil millones de dólares entre aquellos “inversores” que provocaron la crisis. Una forma peculiar de redistribución de la riqueza, que muestra que, con esta crisis, muchos ricos están quedando más ricos. “Estamos viviendo un momento de negación de la crisis en los Estados Unidos. Los trabajadores, y no los grandes capitalistas, son quienes están siendo señalados como responsables. Es por eso que necesitamos una transformación revolucionaria del orden social”.
Marco Aurélio Weissheimer es un analista político brasileño.
Cooperación de Amador Ibañez
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