Bachelet se “lavó las manos” ante el emplazamiento de bases militares norteamericanas en Colombia .
Portal Rodriguista
En una actitud pusilánime y vergonzante, el Gobierno de Michelle Bachelet dio luz verde a la política imperialista de Estados Unidos en la región, y lo hizo de la peor manera posible: lavándose las manos. Hubiese sido más decoroso plantear un apoyo claro y directo a la instalación de bases militares en territorio colombiano, que en la práctica, significa la instauración de un nuevo Israel en América Latina. Sin embargo, primó la hipocresía y el oportunismo, algo tan habitual en la política internacional concertacionista, que hace denodados esfuerzos por lograr lo imposible: alinearse con los halcones de Waschington, sin quedar mal con nadie.
Con este hecho, la Presidenta Chilena cierra una de las semanas más negras e indecorosas de nuestra política exterior, que comenzó con el incomprensible emplazamiento al Presidente de Bolivia, Evo Morales, quien osó decir lo que todo el mundo sabe: que un eventual triunfo de la derecha pinochetista en las elecciones presidenciales de diciembre, “sería muy grave para la democracia latinoamericana y para Sudamérica”.
La respuesta de los funcionarios democratacristianos aferrados a su feudo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, no se hizo esperar, con el lamentable beneplácito de Bachelet. Ésta vez, el vocero fue el sucesor de Soledad Alvear y Alejandro Foxley, el canciller Mariano Fernández, quien acusó a Morales de interferir en los asuntos internos del país. Una defensa cerrada de la derecha golpista, cómplice del genocidio perpetrado durante la dictadura militar.
Lo anterior, demuestra que en Chile la verdad recorre los vericuetos del eufemismo. Es una prisionera necesaria para salvaguardar un modelo de acumulación, que transformó a la Concertación y la derecha, en aliados estratégicos. El torpedeo constante a los gobiernos antineoliberales y progresistas de Latinoamérica, fraguado en la cancillería, es un claro reflejo del carácter reaccionario y pro imperialista de la estructura hegemónica chilena.
Desde ese reducto el sector más retrógrado del Partido Demócratacristiano, ha impulsado una campaña permanente contra Venezuela y Cuba digitada desde la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) y la CIA. La expresión máxima de esa operación fue el reconocimiento del gobierno de facto tras el fallido golpe de estado en Venezuela en 2001, por la entonces canciller de Ricardo Lagos, Soledad Alvear.
El objetivo de los conjurados, en plena concordancia con los intereses yanquis, es debilitar el proceso de integración regional, que se ha traducido en un claro rechazo a las políticas neoliberales y la posibilidad cada vez más cierta de avanzar en la construcción de una alternativa socialista. Por ello, es importante tomar nota que esta política de apoyo irrestricto al imperialismo, será profundizada en un eventual gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle.
En este contexto, la decisión de Michelle Bachelet, de recibir en La Moneda a Álvaro Uribe, principal lacayo de Estados Unidos en el continente, y su abstención cómplice frente a la arremetida imperial en Latinoamérica, constituyen una afrenta al legado de consecuencia de Salvador Allende y al martirio que sufrió su propio padre tras el golpe militar organizado y financiado, por el mismo poder ante el cual hoy se inclina.
En el contexto de la grave crisis económica y política del capitalismo, donde sabemos que la respuesta del imperialismo será la guerra, como único medio para cautelar sus intereses, la actuación de Bachelet representa una irresponsabilidad mayúscula.
Es de esperar, que las naciones que integran la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), que encabeza la mandataria chilena, en calidad de presidenta Pro Témpore, tomen las medidas necesarias, para destituirla del cargo. No es posible, que un gobierno cómplice del imperialismo norteamericano, presida y forme parte de una entidad, cuyo objetivo es precisamente la autodeterminación e integración de nuestros pueblos.
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