Los senadores en Chile se dividen entre los padres conscriptos que hacen su trabajo en forma seria y responsable y los payasos, que sólo buscan publicidad -al precio que sea, aún el de poner en ridículo a la Cancillería- como una manera de acumular caudal político para fines personales. Entre estos pájaros se cuentan los senadores Andrés Allamand Zavala (Renovación Nacional), Patricio Walker Prieto (Democracia Cristiana) y Fulvio Rossi Ciocca (que para desgracia del Partido Socialista es el actual presidente y sepulturero de esa organización).
Los tres alegres compadres -que conforman un arco político que va de la derecha a la Concertación-, hallaron en la campaña contra Venezuela, bien aceitada con fondos de la NED (Fundación Nacional para la Democracia), caja pagadora del Departamento de Estado, una forma fácil de convertirse en cotidianos protagonistas de los medios de comunicación reaccionarios. El objetivo de esa guerra sucia es deslegitimar las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre en Venezuela, que probablemente darán una nueva victoria al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
La ofensiva comunicacional no se realiza sólo en Chile. Se extiende por el continente a través de las páginas del GDA (Grupo de Diarios América), la cadena pro yanqui a la que pertenece El Mercurio. Sigue un libreto escrito -y financiado- por el gobierno de EE.UU. En Chile esta ofensiva contra una nación hermana, compañera solidaria en momentos de angustia y dolor de nuestro pueblo, ha logrado avances significativos. Iniciada por Allamand y Walker -que también dedican iguales esfuerzos a atacar a Cuba-, el fichaje del “socialista” Rossi ha permitido crear la imagen de que una mayoría de chilenos compartiría la tenebrosa operación urdida en Washington.
Como elemento puntual se agita la negativa venezolana para aceptar que Walker y Allamand actúen como observadores “imparciales” de las próximas elecciones. Esa pretensión, expresada con una arrogancia de matones de barrio, no pasaría de ser un pésimo chiste si no buscara mofarse de la soberanía de un país que viene dando lecciones de democracia, que podrían inspirar las urgentes reformas constitucionales que faltan en varios países latinoamericanos, como Chile. Walker y Allamand viajaron en junio a Caracas y participaron en un seminario de la oposición. Hablaron hasta por los codos para aconsejar cómo derrotar a Chávez y, además, dieron numerosas entrevistas formulando duras críticas al gobierno venezolano. No conformes, a su regreso a Chile promovieron una declaración del Senado para descalificar al presidente Chávez y a la revolución bolivariana. Acto seguido -escalando la farsa- notificaron que en septiembre viajarían a Caracas como observadores -autodesignados como tales- del proceso que elegirá la nueva Asamblea Nacional.
En esta etapa de la descarada provocación contra Venezuela -y en vista del éxito mercurial de la maniobra de Allamand y Walker- se subió al carro el adocenado senador Rossi. Este también -el ridículo suele ser contagioso- “amenazó” que se haría presente en Caracas como observador de las elecciones aunque no lo aceptaran las autoridades venezolanas.
Desde luego lo que este trío busca es conseguir el clímax de la publicidad que les proporcionaría una expulsión de Venezuela por intentar atropellar la soberanía, la dignidad y las leyes del país.
Ante esos destemplados anuncios, el Consejo Nacional Electoral (CNE) -que es uno de los cinco poderes de la institucionalidad venezolana creada por la Constitución de 1999-, declaró que no habilitaría como observadores a los senadores chilenos. El CNE -cuyos cinco rectores titulares y 10 suplentes son elegidos por diversos estamentos de la sociedad-, recordó que no rechaza la presencia de observadores internacionales imparciales; aun más, los promueve para mostrar que las elecciones se realizan con transparencia.
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